El Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, es la tercera Persona de la Trinidad Santísima, Dios como el Padre y Dios como el Hijo.
En la espiritualidad del Nuevo Testamento el Espíritu Santo ocupa un lugar preeminente a partir de Pentecostés, día en que descendió en forma de lenguas de fuego sobre la Santísima Virgen, los Apóstoles y los Discípulos reunidos en Oración en el Cenáculo.
La devoción al Espíritu Santo surge desde nuestro Bautismo, cuando al comunicarnos la Vida Divina, nos hace hermanos de Cristo e Hijos de Dios Padre. Somos desde ese día, ??Templos del Espíritu Santo?.
El don del Espíritu Santo, se hace pleno en el Sacramento de la Confirmación, nos colma con sus siete dones haciéndonos capaces de comprender ??las cosas espirituales?, vivir en el amor de Dios y de los hermanos y dar los frutos del Espíritu Santo.