Da comienzo esta Novena con la consideración piadosa de los Misterios Gozosos del Rosario, pero ya en el cuarto día, aborda otros momentos de la vida de María Santísima igualmente importantes para nosotros.
Así como María acompañó a su Hijo Jesucristo durante toda su vida hasta el Calvario y después de la Resurrección permaneció en Oración para estar presente en el nacimiento de la Iglesia con los Apóstoles en Pentecostés, de la misma manera nos acompaña a sus hijos a lo largo de nuestras vidas iluminándonos y llevándonos hacia Cristo el Salvador.
En el noveno día, contemplamos a la Santísima Virgen ya en el Cielo y tomamos la resolución de hacer todo lo posible para llegar allá y gozar en su compañía de la visión de Dios.
Para ello termina esta Novena con una preciosa Oración pidiendo a Dios la Gracia de la Comunión Diaria, que a no dudar es la Gracia más grande a la que podemos aspirar en la Tierra.