En el relato Bíblico de la Creación, al hablar de la humanidad, leemos: ??Macho y Hembra los creó? (Gen 1,27) exactamente como sucede en las demás especies vivientes, tanto vegetales como animales. Existen dos sexos salidos de las manos de Dios y compartimos con los animales esa doble sexualidad.
Pero atención: no somos animales. En el versículo anterior del relato leemos: ??Dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios los creó.
¡Esa es la gran y gloriosa diferencia! La sexualidad en la especie humana es distinta a la de los animales, porque tenemos alma inmortal, razón, libertad, voluntad, conciencia y estamos destinados por la Gracia del Bautismo a la Vida Eterna en el Cielo.
El drama actual es lo que Juan Pablo II condenaba como la ??banalización del sexo? privándolo de su sublime grandeza. Las leyes en el mundo entero se han encargado de negarle a la sexualidad humana toda significación y trascendencia. Desde que los actos sexuales se toman como un mero placer y a los adolescentes les reparten preservativos, desde que aun dentro del matrimonio se evitan los hijos con anticonceptivos, desde que se aceptan uniones homosexuales como una opción cualquiera, desde que al resultado de esta irresponsable manera de actuar, se considera al bebé concebido como un ??producto indeseable y desechable? y se recurre al aborto, es evidente que no se ha entendido el Valor del Sexo en la Especie Humana.